De flores
Y reproche tras reproche, la flor se marchitaba. Había nubes, pero no lluvia. El jardinero, de vacaciones. El mayordomo, despedido. Y un reproche tras otro tornó el tallo marrón. Y la lluvia no venía, no venía, no venía. Las tardes pasaban grises y marrones como el barro bajo la niebla. La ilusión por crecer se desvanecía. Entre la niebla, a tientas, rodeando todos sus miedos, andaba alguien.
Reproche tras reproche, la lluvia llegó. Lo inundó todo lo que el agua toca y como el agua sucedió. Hubo quien abrió su paraguas, hubo quien no. Y bajo el agua y entre la niebla, alguien chocó.
En aquel mundo en el que Dios no es todopoderoso. En el que el niño que nace de ilusión puede morir de pereza. En el que el anciano cruza la calle por donde más se ve el sol. La locura sólo es una compañera de viaje. Allí podrás ver un rostro marchito en un espejo. Un rostro cuyos ojos no se miran.
Quebradizo, arrancado de una de las tierras, cobrado por el agua…el tallo crea una mitología. Se convierte en historiador de su delicada, frágil y corta historia. Crea gigantes, enanos y monstruos. Cuenta lo que sus raíces sintieron, aunque sin saber que es sólo un trocito minúsculo de mundo, antes verde. Porque el tallo no sabe que sólo es un tallo. Como el humano no sabe que sólo es humano.
Nadie lloró cuando aquel pequeño trozo de mundo (antes verde), dejó de ser para seguir siendo. Nadie que yo viera, aquel día que perdí una flor.
AGL
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